La Guerra Federal
Guerra civil venezolana, también conocida con el nombre de Guerra Larga, Revolución Federal o Guerra de los Cinco Años, utilizada esta última denominación por aquellos historiadores que sitúan el comienzo de la guerra con los primeros alzamientos ocurridos contra el recién instaurado gobierno de Julián Castro (mayo-julio 1858).
Con la
Revolución de Marzo de 1858, comenzó la cadena de acontecimientos que encendió
la chispa de la Guerra Federal. Bajo la dirección de Julián Castro, el
movimiento insurreccional prometía liberar a todos los trabajadores, sirvientes
y campesinos que tomaran las armas de las deudas que tuvieran con sus patronos,
sumas éstas que serían financiadas por la Tesorería nacional al triunfar la
revolución. Pero, una vez consolidado el nuevo gobierno, el predominio del
elemento conservador en su seno junto con las medidas de retaliación contra
cualquier intento de oposición, reavivaron la lucha.
El 7 de
junio de 1858, un decreto del presidente Castro ordena la expulsión de
Venezuela de Juan Crisóstomo Falcón, Ezequiel Zamora, Wenceslao Casado, Antonio
Leocadio Guzmán, José Gabriel Ochoa,
Fabricio Conde y otros futuros jefes de la contienda armada, mientras en los
valles de Aragua, en la sierra de Carabobo y en los llanos de Portuguesa se levantan
en armas, bandas de «campesinos armados», bajo el liderazgo de «hombres
oscuros» (es decir mestizos) como Zoilo Medrano o José de Jesús González, el Agachado, quien había acompañado a Zamora
en la rebelión de 1846. Mientras la insurrección se extendía, el Gobierno se
encontraba cada vez más incapacitado
para suprimir tales estallidos; a medida que se propagaba la revuelta, se
aceleraban su vigor y su ritmo.
Rumores
de que el Gobierno de Casto se proponía restablecer la esclavitud y que los
hierros que se utilizaban para marcar los sacos de añil serían, en realidad,
hierros para marcar a los futuros esclavos, servían para exaltar el terror de
las poblaciones rurales a las cuales se les decía, además, que iban a ser vendidas a los ingleses
quienes, supuestamente, iban a utilizar su carne para hacer jabón y sus huesos
para fabricar mangos de cuchillos y de bastones.
En
respuesta, las consignas de: «¡Mueran los blancos!» y «¡Hagamos una nación para
los indios!», eran muestras del grado de violencia alcanzado. Mientras tanto,
la reunión en Valencia de una Convención Constitucional intentaba traducir los
principios de la Revolución de Marzo en términos de un programa político.
Los
diputados liberales ante la Convención se hicieron voceros de un sistema federal
de gobierno, el cual, junto con el sufragio universal era, según ellos, «…lo
que se necesitaba para asegurar la estabilidad de Venezuela…»
La nueva
Constitución del 31 de diciembre de 1858 buscaba conciliar los puntos de vista
liberales y conservadores. Sancionaba
el sufragio universal de varones, reafirmaba la abolición de la esclavitud y
esbozaba unas reformas en sentido federalista con la elección de gobernadores
de provincia y mayores poderes para los municipios.
Pero, en
realidad, la nueva Carta Magna se encontraba desfasada con relación al
desarrollo de los acontecimientos en el país. Desde el destierro, en las
vecinas islas caribeñas de Curazao y Saint Thomas, los jefes liberales
expulsados en junio de 1858 se organizaban, preparaban tropas, elaboraban
programas (destacándose entre ellos el
Programa de Federación, elaborado en Saint Thomas por la Junta Patriótica de
Venezuela, presidida por Félix María Alfonzo). En agosto de 1858, un intento de
los liberales para derrocar a Julián
Castro, conocido como La Galipanada, es debelado y fracasa; pero el
domingo 20 de febrero de 1859, el comandante Tirso Salaverría, seguido de 40
hombres, asalta con éxito el cuartel de Coro, se apodera de 900 fusiles y lanza
el «Grito de la Federación», cuya fecha pasará
luego a formar parte del escudo nacional, al lado de la fecha del 19 de
abril de 1810. La guerra había empezado.
La
Guerra Federal no involucró a todo el territorio venezolano. Los combates
más importantes quedaron circunscritos a
la zona de los llanos altos y bajos (el territorio de los actuales estados
Barinas, Portuguesa, Cojedes, Apure y Guárico);
varios brotes se registraron en la zona central (estados Falcón, Lara,
Yaracuy, Carabobo y Aragua), así como en el oriente (principalmente en el territorio
de los estados Anzoátegui y Sucre), pero
se trataba en estos casos de actividades de guerrilla que sólo lograron cobrar
importancia en los últimos meses de la contienda. Regiones enteras del país,
como los Andes, Guayana y el Zulia se mantuvieron prácticamente al margen de la lucha.
En los
Andes, particularmente, se rechazaron, en varias oportunidades, las incursiones
de los «vándalos de Apure», como así los
llamaron.
Los
efectos de la guerra sobre la economía del país han carecido de una evaluación
precisa. Si bien es cierto que la ganadería quedó disminuida (resultado lógico
de la concentración de los combates en las zonas de tradición pecuaria), aunque
las estimaciones dadas de 7.000.000 de cabezas de ganado perdidas han sido
fuertemente cuestionadas con toda la razón, por el historiador Eduardo Arcila
Farías en vista de su falta de verosimilitud, otros rubros de la producción no
sufrieron igual mengua. El café, en particular, extiende su predominio en la
zona andina y, en Guayana, se inicia el ciclo del «boom algodonero» provocado
por las incidencias de la Guerra de Secesión de Estados Unidos (1860-1865).
El
problema aquí surge, en gran parte, debido a la carencia de cifras, producto
del desbarajuste de los organismos de control y fiscalización de las aduanas;
pero la falta de documentación estadística no equivale siempre a una ausencia
de producción. Para lograr una comprensión del fenómeno, conviene analizar la
Guerra Federal desde el triple aspecto militar, político y social. Durante el tiempo
en que duró la contienda armada, el debate político, centrado en Caracas, giró
en torno a la oposición tradicional entre los sectores liberales y
conservadores.
Roto el consenso inicial de la Revolución de Marzo de 1858,
Julián Castro buscó la alianza de uno u
otro bando con el fin de lograr su propia permanencia en el poder. Sus
maniobras, sin embargo, sólo lograron acelerar su caída (1.8.1859); el establecimiento de un efímero Gobierno
provisional federalista que dura menos de 24 horas y que, después del episodio
de La Sampablera (2 de Agosto de 1859), es reemplazado
por un nuevo Gobierno de tendencia conservadora. Sin embargo, dentro del propio
Partido Conservador, se enfrentan 2 tendencias: la de los «constitucionalistas»
o «legalistas», voceros de un Gobierno civilista y que apoyan a Manuel Felipe
de Tovar y Pedro Gual; y la de los «dictatoriales», encabezados por Pedro José
Rojas, quienes promueven la figura de José Antonio Páez como única salida para restablecer la paz.
El
segundo regreso de Páez a Venezuela, en
marzo de 1861, sirve para agudizar estas tensiones que resultan en el
derrocamiento del presidente Pedro Gual (2 de Agosto de 1861) y la proclamación
de una dictadura, encabezada por Páez
pero dirigida, en realidad, por Pedro José Rojas. Con la instauración de
este gobierno dictatorial, el partido conservador quedó formando agrupaciones
sin dirección y sin programa específico; y es dentro de este contexto que debe
entenderse el documento redactado y firmado por representantes de la burguesía
comercial caraqueña (el sector civilista del conservadurismo), quienes,
dirigiéndose a la Cancillería británica
a través de la misión diplomática
inglesa en Caracas, imploraban la intervención de Inglaterra, a cambio
de la oferta de «…desprenderse del territorio de la Guayana y negociarlo con la
Gran Bretaña, pagando con él la deuda extranjera contraída con súbditos
ingleses, y además la deuda externa de
la República…» (22 de Noviembre de 1861). Se trataba, en ese sentido, de pedir
una intervención, tanto contra los insurgentes federalistas como contra el
Gobierno paecista que había iniciado, para esa fecha, unas conversaciones con
Falcón en busca de un entendimiento político. Estas conversaciones, llevadas a
cabo en la sabana de Carabobo (diciembre 1861), no lograron resultado
favorable, prolongándose la lucha hasta
las negociaciones del Tratado de Coche, en abril de 1863.
En el
plano militar, la Guerra Federal fue, esencialmente, una guerra de guerrillas.
Fue, también, en sus inicios por lo menos, la primera contienda armada en que
se utilizó la recién instalada red del
telégrafo eléctrico como medio de información; pero, al poco tiempo, la
destrucción de los cables y de las estaciones telegráficas paralizaría este servicio. Sólo durante el
primer año (febrero 1859-febrero 1860), se puede hablar de una unidad de mando
en el seno del Ejército federalista, en el desempeño de la cual Ezequiel
Zamora, hasta su muerte inesperada en San Carlos (10 de Enero de 1860),
demuestra unas destacadas cualidades como estratega.
Tres
grandes batallas constituyen hitos de excepción en el desarrollo de los
combates: la de Santa Inés (10 de Diciembre 1859) en que Zamora, al mando de
3.400 hombres, derrota al Ejército del Gobierno de 2.300 hombres, bajo el mando
del general Pedro Ramos, con un saldo de 1.200 bajas entre ambos bandos
aproximadamente; la batalla de Coplé (17de Febrero 1860) en que las fuerzas
gubernamentales del general León de Febres Cordero derrotan al Ejército
federalista bajo el mando del propio Falcón que contaba 4.500 hombres, y la
batalla de Buchivacoa (días 26 y 27 de Diciembre 1862) en que los generales
federalistas Manuel Ezequiel Bruzual y José González, al mando de unos 3.000 hombres, derrotaron a
los 2.500 soldados del general Facundo Camero. Pero, en realidad, fue la
batalla de Coplé la que decidiría el curso general de la guerra. Después de la
derrota sufrida, Falcón resuelve dispersar su ejército y, prácticamente hasta la negociación final, salvo en la
batalla de Buchivacoa antes mencionada, el resto de los encuentros armados no
involucró, en promedio, a más de 300
combatientes en uno y otro bando. Según los datos compilados por Manuel
Landaeta Rosales, entre 1859 y 1863, se libraron 2.467 acciones guerrilleras y
327 «batallas» que conforman el marco de referencia para la cronología militar
de la Guerra Federal.
El saldo
en vidas de la contienda no se ha podido determinar con precisión: las
estimaciones varían entre 150.000 y 200.000 muertos (sobre una población total
de aproximadamente 1.800.000 hombres, o sea entre un 8% y un 11% de la
población del país), aunque es necesario señalar que la malaria y las
disenterías cobraron probablemente un número mucho mayor de víctimas que los
combates propiamente dichos. Desde un punto de vista demográfico, además
de la pérdida en vidas humanas, la Guerra Federal generó un importante
proceso de movimiento de poblaciones, tanto por los combatientes que desplazó
dentro de los teatros de operaciones guerrilleras como por las migraciones que
suscitó, particularmente desde los llanos de Barinas y Portuguesa hasta la zona
andina.
En la
Guerra Federal, la dirección política de la insurrección, especialmente después
de la muerte de Ezequiel Zamora, la desempeñan los terratenientes, capas
sociales de la pequeña burguesía urbana y caudillos militares ideológicamente
aburguesados, oprimidos pero no explotados por el orden político dominante…»
Este hecho ayuda a entender el desfase, particularmente durante los inicios de la
contienda, entre los manifiestos que justifican la rebelión y la reacción
popular que suscitan.
El
programa político del propio Zamora era de naturaleza esencialmente
intelectual, primordialmente político y más
bien moderado que radical: exigía la abolición de la pena de muerte, la
prohibición perpetua de la esclavitud y el sufragio universal combinado con el
principio alternativo de gobierno. Pero, el «Grito de la Federación» traía
consigo nuevamente la irrupción violenta en el escenario venezolano de las
masas llaneras. Al igual que en 1813-1814 con las huestes de José Tomás Boves, el ansia igualitaria de la «sociedad
llanera» se enfrenta a la «sociedad jerárquica»
que de hecho, han mantenido las instituciones republicanas del país.
Más que una «insurrección campesina», en
el sentido europeo de la palabra, la Guerra Federal presenció un renovado
intento de fusión entre 2 realidades sociales y raciales, blancos contra razas
mezcladas, de la Venezuela agraria.
Por ello, el período de 1859 a 1860, cuando la
insurrección se concentra y cobra fuerza en los llanos apureños, portugueseños
y barineses, es visto como el año de la gran amenaza, de la grande peur. De
allí la insistencia de muchos autores en destacar los aspectos de «barbarie»
que caracterizaron muchos episodios de la contienda.
Muerto Zamora y dispersado el Ejército federalista
después de la batalla de Coplé, el
impacto social del movimiento se atomiza. Las tropas federales, armadas de
formularios en blanco firmados por Falcón o por otros jefes, otorgaban ascensos
y títulos militares a lo largo y ancho del país.
Como señala José Gil Fortoul «…había coroneles y
capitanes analfabetos, y antiguos esclavos convertidos en generales; ellos no
sabían leer ni escribir, pero todos tenían licencia para saquear, destruir y
matar…» Sin embargo, en términos de sus consecuencias, la Guerra Federal no
modificó las estructuras de una sociedad agraria tradicional. La solución
conciliatoria adoptada con la firma del Tratado de Coche, en abril de 1863
consagró el triunfo nominal de la Federación, aunque en la práctica este principio político nunca pasó de ser una
ficción. Falcón distribuyó liberalmente los frutos de la victoria entre él
mismo y sus compañeros más allegados. Se
le atribuye en ese sentido al general federalista José Loreto Arismendi la
cínica o desencantada declaración «…luchamos cinco años para sustituir Ladrones
por Ladrones, Tiranos por Tiranos…» Al lado del «blancaje» que seguía en la
cúspide del poder político y económico, comenzaron a figurar apellidos de
«origen oscuro», surgidos de la lucha. Pero, dentro de la realidad histórica
concreta de la Venezuela de mediados del siglo XIX, el fundamento material de
una sociedad oligárquica continuaba
intacto. «Crisol de la igualdad social», «insurrección campesina», «guerra
revolucionaria», «guerra racial», han sido algunos de los calificativos con los
cuales se ha intentado caracterizar la Guerra de los Cinco Años.
El debate en torno al federalismo nunca pasó de ser un
intercambio ideológico entre las élites políticas del país. Quizás, entonces, deba buscarse el significado
más profundo de la Guerra Federal en el
proceso integrador que representó para 2 sociedades venezolanas antagónicas y
en pugna.
Bibliografía
Fundación Polar (1998) Diccionario de Historia de
Venezuela (CDROM) Caracas
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