Simón Bolívar y la guerra
de independencia
Es
a partir de la caída de la primera república Bolívar comienza a revelar su
verdadera dimensión humana. Dos grandes propósitos lleva: «...libertar a la
Nueva Granada de la suerte de Venezuela, y redimir a ésta de la que padece...»
Se dirige al Congreso neogranadino ofreciendo sus servicios y lanza el primero
de sus grandes documentos políticos, el que conocemos con el nombre de
Manifiesto de Cartagena. Describe las causas de la pérdida de la República en
Venezuela y establece las que van a ser las bases de su pensamiento y su
acción. La causa primordial de los males fue, para él, la contradicción
insoluble entre la realidad social y la «...fatal adopción del sistema
tolerante...», y la estructura federal que él juzgaba débil e impotente para
enfrentar los males y salvar la Independencia. Hace sarcasmo de la ceguedad de
los magistrados que en lugar de aplicar «...la ciencia práctica del gobierno...», siguieron las enseñanzas de
«visionarios» que han «...imaginado repúblicas aéreas...». Alerta a la
amenazada Nueva Granada sobre «...los escollos que han hecho sucumbir a
Venezuela...» y en un arranque de atrevida visión global propone como
«...medida indispensable para la seguridad de la Nueva Granada, la reconquista
de Caracas...» Asoman por primera vez conceptos que van a convertirse luego en
convicciones fundamentales de Bolívar: la necesidad de un gobierno centralizado
y fuerte, la hostilidad hacia los ideólogos partidarios de instituciones
imprácticas e inadecuadas, la conciencia
de la necesidad de la estrecha unión entre la Nueva Granada y Venezuela y la
concepción de la independencia como un proyecto continental.
Al
servicio de la Nueva Granada entra en acción militar en 1812. En su condición
de comandante de la posición de Barranca (pueblo en la margen izquierda del río
Magdalena) llevó a cabo una acción contra la posición fortificada de Tenerife,
la cual fue tomada el 23 de diciembre. Después tomó por asalto Plato y
Zambrano. El 27 de diciembre entró en Mompós y 3 días más tarde tomó por asalto a Guamal y al día
siguiente a Banco. Con las acciones de Chiriguaná y Tamalameque concluyeron las operaciones de
Bolívar en el bajo Magdalena. El 8 de enero de 1813 entró victorioso en Ocaña.
Campaña
Admirable
Persiste
en su objetivo de invadir a Venezuela y finalmente obtiene autorización el 7 de
mayo de 1813 y el 14, inicia la Campaña Admirable. En 3 meses de operación despliega
sus condiciones de jefe militar: la rapidez de decisión, la celeridad de los
movimientos y la energía sin desfallecimiento para decidir y para actuar.
Decreto
de Guerra a muerte
Es
entonces cuando lanza la Proclama de Guerra a Muerte en Trujillo (15 junio), en
una tentativa extrema de dar un sentido nacional a la guerra; que separara
definitivamente a los venezolanos de los españoles. Comprende la necesidad
fundamental de hacer de la independencia una causa popular y terminar con lo
que, hasta entonces, era más una lucha
destructiva entre venezolanos que el esfuerzo de un país por liberarse de una
dominación extranjera.
El
grueso de las fuerzas contra las que había que luchar estaba constituido por
hijos de Venezuela. En agosto entra en Caracas como general victorioso y jefe
de la nueva situación política. Es el capitán
general de los Ejércitos de Nueva Granada y Venezuela, y la Municipalidad
le da el título de Libertador en octubre
de ese año 1813 y el empleo de capitán
general, equivalente a general en jefe.
Lo
que le aguarda es un año de terribles pruebas y de inmensas dificultades. El
país, en su mayoría, parece sostener el régimen tradicional; en las propias
filas patriotas cunden la indisciplina y las rivalidades; hay que combatir
continuamente en una guerra sin tregua y sin decisión final. No se puede
constituir un régimen institucional y tan solo hay como base y guía su autoridad,
no siempre reconocida por otros jefes. Surge la figura de José Tomás Boves en los llanos.
Al
frente de montoneras a caballo, en una guerra profundamente adaptada al medio y
al carácter de los llaneros, sin
más armas que la lanza y el caballo, sin
bagajes ni impedimenta, en movilidad continua y en número creciente invaden el
centro, asolan los pueblos y derrotan las fuerzas patriotas.
A
veces Bolívar logra una victoria que parece cambiar la situación, como en
Araure, pero las consecuencias duran poco en aquel estado de disolución
general. Se combate continuamente y en todas las formas. Finalmente hay que
abandonar a Caracas y emigrar hacia el oriente seguido por una gran parte de la
población de la ciudad. En esa heroica e infortunada tentativa que concluye
cuando Bolívar desde Carúpano sale casi solo para Cartagena, dejando algunas
fuerzas dispersas y mal avenidas que no tienen esperanza de victoria, se ha
completado su figura histórica. Caída de la segunda república
Sigue
la lucha por la independencia
Su
tenacidad, su inabatible energía, su conocimiento del país y de los hombres, su
sentido de la oportunidad histórica y su grandiosa visión de conjunto han
alcanzado su dimensión definitiva. Con las reliquias del ejército, que ha
logrado llevar Urdaneta hasta Nueva Granada, el Libertador lucha de nuevo a las
órdenes del gobierno neogranadino.
En
8 meses de actividad sin tregua libera a Bogotá, baja por el Magdalena y llega a Cartagena,
donde le niegan la ayuda que pide para marchar a libertar a Venezuela.
Rivalidades y celos le obstaculizan la acción.
El
8 de mayo de 1815 se embarca para Jamaica, en busca de auxilios para emprender
una nueva campaña. En Kingston, el 6 de septiembre, publica uno de los más singulares documentos de la historia y del
pensamiento de Hispanoamérica. En esa Carta de Jamaica, describe el más completo y deslumbrante panorama de la situación
y del futuro del continente. Revela un conocimiento notable de los diferentes
aspectos del conjunto de los pueblos americanos, señala sus características
propias con aguda percepción y se lanza a trazar las posibilidades de futuro de
los distintos países con previsión profética.
Considera
que el destino continental «...se ha fijado irrevocablemente...», y que, con
distinta suerte y cambiantes circunstancias «...está el Nuevo Mundo entero, conmovido y armado para
su defensa...» Describe el triunfo de las armas argentinas en el Alto Perú,
Chile «...está lidiando contra sus
enemigos...», el Perú ni está tranquilo,
ni es capaz de oponerse «...al torrente que amenaza las más de sus provincias...» [...] La «...Nueva
Granada que es el corazón de la América obedece a un Gobierno General y Quito
es adicto a la causa de la Independencia...» [...] «...En cuanto a la heroica y
desdichada Venezuela, sus acontecimientos han sido tan rápidos y sus devastaciones tales que casi la han
reducido a una absoluta indigencia, los hombres han sido exterminados pero los
que viven combaten con furor en los campos y en los pueblos internos...» [...]
«...Los mejicanos serán libres porque
han abrazado el partido de la patria...» Las islas de Puerto Rico y Cuba, aún
continúan tranquilas, no han de permanecer indiferentes. Contempla el panorama
global de la contienda: «...Este cuadro representa una escala militar de 2.000
leguas de longitud y 900 de latitud en su mayor extensión, en que 16.000.000 de
americanos defienden sus derechos o están
oprimidos por la nación española...», que ahora resultaba «...impotente
para dominar el nuevo hemisferio y hasta para mantenerse en el antiguo...»
Espera
persuadir al resto de Europa de ayudar a la causa americana en beneficio de sus
propios intereses comerciales y en bien del equilibrio internacional. Analiza
el pasado histórico, la situación de pasividad de la sociedad del Nuevo Mundo y
señala que «...la América no estaba preparada para desprenderse de la
metrópoli, como súbitamente sucedió, por el efecto de las ilegítimas cesiones
de Bayona...» [...] «...Los americanos han subido de repente y sin los
conocimientos previos y lo que es más
sensible, sin la práctica de los
negocios públicos, a representar en la escena del mundo las eminentes
dignidades de legisladores, magistrados, administradores del erario,
diplomáticos, generales y cuantas
autoridades supremas y subalternas forman la jerarquía de un Estado organizado
con regularidad...»
Señala
nuevamente lo inadecuado de las instituciones liberales y federales a la
realidad social y la ruina que este desacuerdo ha provocado. Es entonces cuando
pasa a señalar las vastas posibilidades del futuro. No cree posible formar del
conjunto «...la más grande nación del
mundo...»; muchas son las diferencias y las dificultades materiales para
integrarse en forma total. Señala entonces la posibilidad de que se formen un
conjunto de estados que podrían ser: México, la América Central, donde podría
crearse un gran centro mundial, la Nueva Granada unida a Venezuela con el
nombre de Colombia. Anuncia la anarquía argentina y prevé la dominación de los
militares, anuncia para Chile la posibilidad real de una República: «Chile
puede ser libre», espera graves tropiezos en el Perú. Después de analizar las
dificultades de una vasta confederación y de señalar las posibilidades de
formas diversas y locales de gobierno, afirma para concluir: «Yo diré a usted
lo que puede ponernos en actitud de expulsar a los españoles y de fundar un
gobierno libre, es la unión».
Expedición
de los cayos y la guerra definitiva
Muy
pronto pasa a Haití donde se reúne con numerosos jefes venidos de la derrota.
Consigue el apoyo generoso del gobernante del sur de Haití, Alejandro Petión,
para preparar una nueva campaña. Allí se le suma también de un modo decisivo,
con barcos y dinero, el armador de Curazao, Luis Brión. Con la experiencia
acumulada en la larga e infortunada lucha, con una visión más completa del problema social, que se le
agudiza con lo que ha conocido del pasado de Haití y con la insistencia de
Petión en la necesidad de justicia para los negros, concibe una acción de
más contenido popular y revolucionario
que pueda lograr el apoyo de las masas.
Mantiene
intransigentemente la necesidad de la jefatura única. No va a ser fácil hacer reconocer la suya. Hay reservas y hasta
rivalidades abiertas de parte de Mariño y algún otro jefe oriental. Al fin se
le reconoce y logra partir la expedición llamada de Los Cayos el 31 de marzo de
1816. Llega a Margarita (3 mayo); se le admite solemnemente como jefe supremo,
formula la promesa de convocar prontamente un congreso para restablecer el
Estado y pasa a Tierra Firme. Combate sin lograr consolidarse en Carúpano, hace
una incursión a Ocumare de la Costa de la que debe retirarse; vuelve sobre Güiria
y ante las dificultades resuelve regresar a Haití en busca de nuevos recursos.
El
18 de diciembre de 1816 se embarca finalmente en la segunda expedición que
parte de Haití, llamada Expedición de Jacmel por haber salido de ese puerto.
Igual que había ocurrido en la anterior, en esta final y definitiva tentativa
para crear una sólida base de operaciones y un gobierno estable en Tierra
Firme, Bolívar tropezará con serias
dificultades.
El
ejército expedicionario español del general Pablo Morillo, llegado en mayo de
1815, había dominado casi todo el territorio venezolano y sometido también a la
Nueva Granada hacia mediados de 1816. Sólo en la isla de Margarita, en diversos
lugares del oriente y en los llanos de Apure y Casanare se mantenía la
resistencia patriota; el núcleo más
importante era el de las fuerzas que habían desembarcado con Bolívar en
Ocumare de la Costa y que a fines de 1816 y comienzos de 1817, bajo la jefatura
del general Manuel Piar, se aprestaban a libertar a Guayana. No existe unidad
de mando. Ante esa situación Bolívar debe resolver previamente cuestiones
fundamentales y antes que todo el reconocimiento eficaz de su jefatura suprema.
Al mismo tiempo para acallar celos y suspicacias anuncia clara y oportunamente
su propósito de convocar un congreso para organizar la república y debe, por
fruto de las lecciones del pasado y de lo que ha visto en Haití, profundizar el
contenido social del movimiento por la independencia.
Todo
esto lo anuncia solemnemente desde Margarita. Con su tenacidad, su aprovechamiento
de las circunstancias y la ayuda decisiva de algunos jefes, principalmente de
Piar en Guayana y de Páez en las
llanuras de occidente, logra cambiar la situación y darle un nuevo empuje a la
lucha.
La
toma de Guayana le asegura una base inexpugnable de operaciones en fácil comunicación con el interior y con el
exterior a través del Orinoco. Prepara planes de campaña, organiza el ejército,
intenta operaciones sobre el centro y se preocupa por darle profundidad y
contenido a la revolución. Inicia la publicación del Correo del Orinoco en
Angostura y se convierte en la conciencia doctrinaria de aquella larga lucha y
en el mejor instrumento de propaganda y prestigio intelectual, y convoca un
Congreso para darle una nueva y definitiva organización al Estado que todavía
disputa su derecho a existir en los campos de batalla.
En
un gesto supremo y trágico de afirmación
de la unidad de mando y la disciplina hace fusilar al general Piar, uno de los
más distinguidos y meritorios jefes
patriotas que había prestado grandes servicios. En febrero de 1819 se instala
el Congreso. Ante él, en momento de hacer el simbólico y ejemplar gesto de
renunciar al mando, pronuncia el más
importante de sus documentos políticos: el Discurso de Angostura. Es un
panorama penetrante y sincero de la situación del país y de las perspectivas
del futuro. Alerta contra la imitación de instituciones tomadas de otros
pueblos de historia y composición diferentes al nuestro. Señala, como una
necesidad, la unión con la Nueva Granada y la creación de Colombia. Pide un
orden de legalidad y justicia; pero alerta contra la anarquía y el exceso
ideológico. Exige la libertad de los esclavos y la garantía de la igualdad. No
hay documento comparable en la historia de la independencia continental y en lo
esencial, mantiene su validez. Inmediatamente después de constituido el Estado
con sus autoridades, de ser elegido presidente y de presentar un proyecto de
Constitución, parte para el Apure y de manera rápida y sorpresiva inicia la campaña que, a través
de los Andes, lo llevará a enfrentar
sorpresivamente las tropas que había dejado Morillo en el virreinato y a
derrotarlas decisivamente en Boyacá
(7.8.1819). Esta campaña cambia la situación.
Libertada
la Nueva Granada ha de convertirse en la base para la realización de vastos
planes, nunca abandonados: la liberación de Venezuela y la Campaña del Sur que
lleve la independencia hasta la linde del virreinato del Perú. El 17 de
diciembre, en Angostura, proclama la República de Colombia y es elegido presidente.
Con el inmenso prestigio y los recursos que le ha dado la victoria de
Boyacá, se desplaza incesantemente para
organizar política y militarmente la nueva situación, mientras convoca un
Congreso en el Rosario de Cúcuta para la organización constitucional del nuevo
Estado. La nueva situación se refleja en la firma de los Tratados de Armisticio
y Regularización de la Guerra con las autoridades españolas, que lo colocan
nacional e internacionalmente, en una nueva posición de poder y prestigio. Cesa
el armisticio. Morillo ha regresado a la Península y queda al mando de las
tropas realistas el mariscal de campo Miguel de la Torre. Bolívar organiza
cuidadosamente la campaña final en Venezuela. Concentra sus fuerzas en San
Carlos y el 24 de junio de 1821 obtiene, en la sabana de Carabobo, la
rápida y definitiva victoria que sella
la independencia de Venezuela. En los 6 años de lucha y de esfuerzo, desde su
vuelta de Haití, ha logrado cambiar radicalmente la situación. Venezuela y
Nueva Granada liberadas han constituido a Colombia; cuenta con fuerzas
veteranas y recursos para intentar completar en escala continental la inmensa
obra de la Independencia. Pero no han cesado las dificultades.
Las
semillas de anarquía rebrotan, en el Congreso de Cúcuta aparece nuevamente el
propósito de los ideólogos liberales de crear una federación débil y casi
nominal, existen porciones importantes del territorio aún bajo dominio de
fuerzas españolas. Logra en Cúcuta impedir que triunfe el viejo mal del Estado
impotente que acabó con la Primera República; pero está muy lejos de quedar satisfecho con los
poderes y la posibilidad del gobierno para actuar eficazmente en una situación
tan amenazada. El Congreso lo elige presidente de Colombia y vicepresidente al
general Francisco de Paula Santander. La estructura del nuevo Estado presentaba
serias dificultades para su funcionamiento y contenía en germen la causa de
muchas discordias. Venezuela, al igual que los otros países, quedaba dividida
en departamentos no vinculados los unos
con los otros, que dependían directamente de la capital en Bogotá. En la capital quedaba el vicepresidente
Santander en el ejercicio de todas las atribuciones ejecutivas, junto a los
órganos centrales del gobierno: Gabinete, Congreso, Justicia, etc., mientras Bolívar,
como presidente en campaña, revestido de poderes especiales para ella, se
dirigía al Sur. Tres escenarios diferentes se configuraban. El de Venezuela, la
retaguardia, mal incorporada a la nueva administración y con resistencias
visibles; el de la Nueva Granada, con el asiento del gobierno y con muchos
obstáculos para centralizar y
regularizar la administración, y el del Sur, en el Ecuador y más tarde en el Perú, con Bolívar a la cabeza del
ejército en una lejana y costosa campaña.
La
Campaña del Sur la va a emprender inmediatamente después de Carabobo. No lo
acompañarán los grandes jefes que se han
distinguido en la guerra de Venezuela: José Antonio Páez, Santiago Mariño, Rafael Urdaneta, sino hombres nuevos
o menos conocidos hasta entonces, Antonio José de Sucre, Juan José Flores,
Bartolomé Salom, Manuel Valdés. Un nuevo teatro, muy distinto de aquél en el
que hasta entonces se había movido su actividad desde Caracas a Bogotá, va a abrirse en la campaña del Sur. Va a
penetrar en la parte central de la costa pacífica y de los Andes, en una
realidad geográfica y social muy
diferente. La población es predominantemente indígena, formada en las
tradiciones de sumisión milenaria del imperio incaico, y sobre ella, a lo largo
de los siglos coloniales, se había establecido una oligarquía tradicionalista y
señorial. No se había producido allí nada parecido a la guerra popular que se
desató en Venezuela; no se había operado cambio importante de las estructuras
sociales y el Estado español mantenía grandes recursos, fuerzas militares
poderosas y una casta criolla muy adicta a las viejas formas sociales. A
Bolívar se le veía como un peligroso revolucionario, representante de una
rebelión popular y de formas bárbaras y
elementales de poder. Para estas nuevas y extrañas circunstancias cuenta con la
preciosa colaboración de un hombre excepcional que es Antonio José de Sucre. Lo
ha destacado a Quito y Guayaquil con una reducida presencia militar. Para
llevar por tierra el ejército hasta el Ecuador, Bolívar tropieza con la
desesperada y tenaz resistencia de los realistas de Pasto, mandados por el
coronel Basilio García, que amparados en su
áspero terreno oponen una resistencia feroz. Arriesgándose y procediendo con toda energía logra
derrotarlos en Bomboná y abrir el paso
hacia el sur. En el Perú están las
fuerzas argentinas, chilenas y peruanas que comanda el general José de San
Martín. Después de alcanzar la libertad de Chile, han logrado invadir la costa
del Perú y llegar a Lima. El virrey, con el grueso de sus fuerzas, se repliega
a la sierra, donde cuenta con recursos de toda especie para amenazar la
frágil independencia proclamada en Lima.
Sucre logra una victoria decisiva en la batalla de Pichincha (24. 5.1822) y luego
Bolívar, con gesto audaz y previsivo, anexa a Guayaquil. San Martín y él no
sólo representaban dos fuerzas diferentes sino, aun más, dos concepciones políticas incompatibles. San
Martín veía con temor la amenaza de una revolución social en aquellas tierras y
favorecía una forma de independencia negociada con España, que pudiera llegar a
conservar la forma monárquica, siguiendo
en cierto modo el ejemplo del Brasil. Bolívar representaba una revolución
democrática que proclamaba la república,
la libertad y la igualdad. En la entrevista que celebran en Guayaquil, el 26 de
julio de 1822, se pone de manifiesto esta disparidad de concepciones. San
Martín sin recursos suficientes para intentar la lucha contra las fuerzas del
virrey en la sierra peruana; sin posibilidad de recibir refuerzos argentinos y
chilenos, aspira a que el presidente de Colombia le ofrezca un apoyo militar,
que no altere la situación política que ha favorecido en el Perú. No hay
entendimiento y el general San Martín, en un gesto de altura y desprendimiento,
resuelve retirarse y dejar el campo abierto a la presencia de Bolívar. Lima y
la costa, que habían proclamado la independencia, quedan en acefalía y
desamparo ante la amenaza del ejército virreinal de la sierra.
Es
un tiempo de gobiernos nominales e inestables y de pugnas internas. Bolívar
llega a Lima y se percata de lo grave y frágil
de la situación. Deja a Sucre como su representante y se retira a
Trujillo en el norte del Perú. En medio de la anarquía, del fracaso de algunas
tentativas de acción guerrera y de turbias componendas para buscar un arreglo
con España, la situación se plantea en términos extremos. No se mira otra
posibilidad de derrotar las fuerzas españolas que la que ofrece Bolívar. Para
la campaña que se le presenta no cuenta con los refuerzos de Bogotá. Con la cooperación de Sucre y con el apoyo de
los restos de las fuerzas argentinas, chilenas y peruanas que se le han sumado,
emprende una de sus más difíciles y
aventuradas empresas militares. En su avance a través de los Andes derrota en
la pampa de Junín, el 6 de agosto de 1824, al ejército de operaciones de la
sierra que manda el general español José de Canterac. Esta acción debilita y
pone a la defensiva al hasta entonces victorioso ejército real del Perú.
Bolívar
ha entrado en ese momento de lleno a una nueva realidad de la política
continental. Se hace sentir su presencia en las fronteras de los grandes
Estados del sur: Brasil, Argentina, Chile, Paraguay. La dinámica de la acción militar lo lleva inexorablemente
a una concepción política para el continente entero. Lo que se plantea en ese
momento no es ya sólo la independencia del Perú, sino la organización futura de
toda la América del Sur, con la perspectiva de crear una nueva y poderosa
presencia en el panorama del mundo. Mientras más crece el teatro y la magnitud de su empresa
más se hacen sentir las incomprensiones
y las resistencias en su Colombia. Se le regatean los refuerzos y los recursos;
se critica aquella lejana y complicada acción, se piensa que se corren riesgos
innecesarios y que se sacrifican bienes inmediatos a un remoto e inaccesible
delirio de grandeza. Esta actitud llega hasta el punto de que el Congreso de
Bogotá le retira no sólo los poderes
extraordinarios como presidente en campaña que le había conferido, sino hasta
el mando mismo del ejército (decreto del 9.7.1824). Mientras él se mantiene en
la costa organizando un ejército de reserva, Sucre queda con el mando de las
fuerzas de la sierra. Después de una serie de hábiles movimientos y marchas los ejércitos del
virrey y de Sucre se enfrentan el 9 de diciembre de 1824 en la alta meseta de
Ayacucho. La victoria es total y definitiva. Ha concluido con ese triunfo la
larga guerra de 14 años que Bolívar ha encabezado y mantenido por la libertad
de su América.
Lo
que Bolívar concibe entonces es la formación de una nueva unidad política por
medio de la confederación de un grupo de países americanos que comprenda a
México, Centro América, Colombia, el Perú, el Alto Perú, que pronto será Bolivia, y Chile, que pueda constituir una nueva
concentración de poder en el mundo y contrapesar la amenaza de la Santa Alianza
en Europa y los nuevos y crecientes centros de poderío que se anuncian para el
futuro en Estados Unidos y Brasil. Para esto convoca desde Lima, el 7 de
diciembre de 1824, el Congreso de Panamá
que se reunirá en 1826. Ha
escrito: «La ambición de las naciones de Europa lleva el yugo de la esclavitud
a las demás partes del mundo, y todas
estas partes del mundo debían tratar de establecer el equilibrio entre ellas y
Europa para destruir la preponderancia de la última. Yo llamo a esto el
equilibrio del Universo y debe entrar en los cálculos de la política americana». No es esto
precisamente lo que hace finalmente en su convocatoria el gobierno de
Bogotá, que incluye la invitación a todos
los países americanos, cambiando el sentido y el alcance de la concepción
bolivariana.
Es
aquél el momento de la culminación de Bolívar. Es a los ojos de todos el hombre
más poderoso del continente y el árbitro de los destinos de las naciones
recién libertadas. Marcha al Alto Perú en un desfile triunfal; dicta decretos
de profundo contenido político y social, elimina de un plumazo la centenaria
servidumbre de los indígenas, la mita y el pongaje y crea a Bolivia. Piensa en
un momento llegar hasta el Río de la Plata, de donde lo invitan a intervenir
como pacificador en las pugnas que enfrentan a Brasil, Uruguay, Argentina y
poner término a la tiranía de Gaspar Rodríguez de Francia en el Paraguay.
Bolivia, el nuevo Estado que llevará su
nombre y que será presidido por el
mariscal de Ayacucho, le pide la formulación de un proyecto de constitución.
Elabora un texto que refleja fielmente sus preocupaciones de tantos años y su
búsqueda de estabilidad para los gobiernos por medio de un presidente vitalicio
y un vicepresidente designado por éste, que compartirán las tareas del gobierno. Se proponía, en esta
forma, lograr una Confederación de los nuevos Estados libertados por él, desde
Colombia hasta el Perú y Bolivia, con un presidente vitalicio, que sería él,
para asegurar la unidad de dirección y de propósitos y vicepresidentes locales
que dirigieran con sus respectivos congresos la administración de cada nación.
Era la manera en que él veía posible crear un vínculo duradero a la sombra del
prestigio de su persona y del ejército, pero esto al mismo tiempo servirá para alimentar suspicacias y oposiciones y
para estimular las tendencias de los jefes locales hacia un separatismo que
pudiera favorecerlos. Entre las miras de Bolívar y las de los prohombres lugareños
había muy poco en común. En la misma medida en que se amplía ilimitadamente el
campo de su acción aumentan las dificultades para mantener la unidad de
dirección y de propósitos. Su inmensa autoridad que ha sido la fuerza decisiva
para alcanzar tan vastos resultados, inspira desconfianza y recelos. En cada
una de las viejas comarcas históricas en que estuvo dividido el imperio español
resurge el particularismo, el deseo de la autonomía propia y la incomprensión
inevitable por el vasto designio político bolivariano.
Los
hombres que alcanzan el poder local a la sombra de la guerra sienten la
autoridad de Bolívar como un estorbo. Las primeras y más alarmantes señales de resquebrajamiento
aparecen en su nativa Venezuela en el mismo año en que el Congreso de Panamá debía marcar la consolidación de sus ideales.
Los descontentos con la unión colombiana rodean a Páez, cuya autoridad ha crecido de manera
avasalladora en Venezuela, y aprovechan un incidente surgido con el gobierno de
Bogotá para llevar la situación a un
grave punto de ruptura y desconocimiento. En la Nueva Granada se ha ido
formando un núcleo de resistencia antibolivariana en torno al vicepresidente
Santander. Están en contra del sistema
de la constitución boliviana y al mismo tiempo esperan que Bolívar aplaste la
insubordinación de Páez en Venezuela.
Bolívar que había podido soñar con la posibilidad de retirarse después de
completada la etapa militar de la Independencia, se encuentra más atado que nunca a la dura obligación de
defender su obra. Regresa a Bogotá donde
encuentra abiertas señales de discordia y división y vuelve a Venezuela,
después de 5 años de ausencia. Será la
última visita a su tierra natal. Con el enorme peso de su autoridad y en una
delicada mezcla de firmeza y tolerancia, que disgusta a Bogotá, logra apaciguar a Páez y a sus amigos y evitar la ruptura y acaso la
guerra civil. La experiencia es dura y le revela la profundidad del mal y las
dificultades crecientes para mantener la unión.
Allí
se inicia la etapa final de su vida, la más
trágica e ingrata, en la que
verá inexorablemente avanzar la
destrucción del gran propósito que lo había movido y en la que tendrá que enfrentarse en muchas formas a hombres
que le debían su libertad y que invocaban contra él los mismos principios por
los que había luchado toda su vida. Ante el clamor por la reforma de la
Constitución, convoca una Convención en Ocaña en 1828. Lejos de alcanzar una
reconciliación entre las facciones surge abiertamente una violenta agrupación
antibolivariana que no vacila en calificarlo de tirano y de obstáculo a la felicidad de los pueblos. Disuelta la
convención y enfrentado abierta y solapadamente por los seguidores de
Santander, regresa a Bogotá para asumir
la dictadura. Decreta un estatuto con el propósito de defender la estructura
política que permite que lo acusen de reaccionario. Por un doloroso proceso, en
la misma medida en que tiene que extremar el rigor y la firmeza para contener
la disolución, da pábulo para que sus
contrincantes lo acusen de déspota y ambicioso. El 25 de septiembre están a punto de asesinarlo en el Palacio de
Gobierno. Los que lo recuerdan en esa hora lo pintan perplejo y dolorido. Ha
envejecido prematuramente. Las fatigas de los largos años de combate y las
viejas dolencias descuidadas muestran sus huellas. En el Perú ha alzado la
cabeza la reacción contra él. Amenazan a Bolivia, y José de La Mar, con fuerzas
armadas, provoca un pronunciamiento separatista en Guayaquil. En Pasto, José
María Obando y José Hilario López se
levantan contra el gobierno. Bolívar tiene que ponerse de nuevo a la cabeza de
las tropas y dirigirse hacia Guayaquil. Antes de su llegada el mariscal Sucre,
que había renunciado la Presidencia boliviana, al frente de las fuerzas locales
inflige en Tarqui, el 27 de febrero de 1829, una completa derrota a la invasión
peruana. La Mar es derrocado y después de un fatigoso sitio de Guayaquil,
Bolívar logra con Agustín Gamarra un armisticio que restablece la paz.
Entretanto ha circulado, desde el Consejo de Gobierno de Bogotá, la noticia de negociaciones para el
establecimiento de una monarquía en Colombia como solución a los insolubles
problemas de la estabilidad. Bolívar, que ha manifestado reiteradamente su
voluntad de separarse de toda autoridad, no patrocina la idea, pero el rumor
mal intencionado aprovecha la coyuntura para atribuirle la intención de
coronarse. El panorama de descomposición parece completarse sin atisbo de
salida alguna. Para 1830 se ha convocado un Congreso constituyente en Bogotá para decidir sobre el porvenir de la
República. Bolívar aparece resuelto a no continuar en el poder y a no
intervenir en las decisiones de la asamblea. El mariscal Sucre preside la
reunión. Es, ciertamente, el hombre que él desearía para su sucesor, pero las resistencias
locales no hacen posible esta solución. Está
en Bogotá en enero de 1830 para
la instalación del Congreso. En las palabras que dirige a los diputados se
reflejan sus sentimientos de desesperanza y angustia. Avizora un porvenir
sombrío y ve amenazada de ruina completa la gran obra que se había propuesto
crear. «...La independencia, les dice, es el único bien que hemos alcanzado a
costa de todos los demás...» Son horas
de tomar desgarradoras decisiones. Sus viejos compañeros, los hombres que tienen
más credenciales para exigirle que los
oiga, le piden que no abandone el poder y que intente todavía un supremo
esfuerzo para salvar su gran proyecto político. Renuncia ante el Congreso y se
retira a Cartagena. Allí, el 10 de julio, recibe la horrible noticia del
asesinato de Sucre en Berruecos. La última esperanza ha desaparecido. El
Congreso reunido en Venezuela, bajo la tutela de Páez, proclama la separación definitiva. En los
debates se le injuria y maltrata sin el menor respeto. Se llega a pedir que se le
expulse del territorio colombiano como condición previa para cualquier
entendimiento futuro. Todavía le impetran que reasuma el poder y ocurren
pronunciamientos populares y armados para proclamarlo.
Su decisión definitiva está tomada. Escribe cartas y documentos que
reflejan dolorosamente su amargura y desengaño. Piensa poder marcharse a Europa
a cuidar su maltrecha salud. No lo podrá
lograr. El 1 de diciembre está en
Santa Marta, el 6 se traslada a la quinta San Pedro Alejandrino. El mal se agrava
y para los que lo rodean se hace evidente que no podrá sobrevivir. Hace testamento disponiendo de
los escasos bienes que le quedan. Lanza su última proclama, que es un llamado
desgarrador a la unión y muere el 17 de diciembre de 1830 a la una y siete
minutos de la tarde. Tenía 47 años de edad. En 1842 sus restos fueron
trasladados y sepultados en la capilla de la familia Bolívar en la catedral de
Caracas. Más tarde, el 28 de octubre de
1876 fueron inhumados en el Panteón Nacional.
Detalles fotogáficos de La Espada de Bolívar
Después
del triunfo de Bolívar y su ejército en las batallas de
Junín y
Ayacucho, el Libertador es homenajeado con un valiosísimo objeto.
La
Espada del Perú,
conocida también como
La Espada de Bolívar.
Una
pieza de un valor inestimable pues en casi su totalidad esta fabricada con Oro.
La
vaina es completamente de oro 18 Kilates, en ella sobresalen dibujos de mucha
elegancia.
La
espada tiene una longitud de
0.835905
m.
Un
busto de oro corona el pomo, en la cazoleta se observan dos figuras indígenas
en relieve, en la empañadura dos pirámides y una de ellas se puede leer la
siguiente dedicatoria “ El Perú a su Libertador”
La Espada es una maravillosa
obra que además destacas figuras de un dragón, el escudo de armas del Perú, una
orla de laureles, etc.